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viernes, 31 de agosto de 2012

Hasta el infinito y más allá


 
Cómo explicarte mi vida, hijo.
Cómo contarte este camino.
Papá, a veces, pasó las de Carpanta.
También se tranformó en otros
casi como Mortadelo.
Vosotros, mis niños,
nunca fuistéis Zipi y Zape
sino cariñosos enanos parlantes
y yo no tuve que ejercer
de don Pantuflo Zapatillas.

He vivido en casas
alquilado
con más jaleo
que la misma 13, Rue del Percebe.

Y ahora estoy cerca del abuelo Cebolleta
y adoro que te encanten mis historias,
mis chistes malos,
nuestros abrazos de oso
y mis besos con sonido.

El otro día me preguntaste
cuando me moriría
y aventuré que a los 85.
Hiciste tu cálculos
y te parecio un tiempo breve.
¿Y yo? -demandaste inquieto-.
Yo te dije, que con lo que avanza la ciencia,
podías llegar a los 200 años.
Guardaste silencio.
Alborozado añadiste
que la ciencia además
aumentaria mis años.

Entonces, por vez primera,
quise ser por ti
Buzz Lightyear,
que te agarraras de mi mano,
gritáramos: "Hasta el infinito y más alla"
y alzásemos el vuelo.

Luego nos dimos un baño
y salí pronto del agua
porque no quería de la piel
se me borrase el sueño.
 

 © Mariano Crespo Martínez



               
                                     

jueves, 30 de agosto de 2012

Costumbre



Mi costumbre es como la sonrisa de la Gioconda
tan semejante a ayer y tan distinta.

Como Alfred Hitchcock detesto el suspense
aunque juguemos con nuestros miedos
hasta parecer valientes.

Si os detenéis a contemplarlo
la rutina es la sorpresa,

el tiro por la espalda,
las personas sin trabajo,
los volcanes vomitando,
la hambruna devorando niños,
la moneda secuestrando sueños.


 
La aventura es la paz y el orbe de tu vientre.
No me acostumbro a la costumbre de tu boca.
 

 © Mariano Crespo Martínez




                     

miércoles, 29 de agosto de 2012

Escribir



 
Para vivir hace falta coraje y fortuna.
Para morir basta con una puerta cerrada.
Para andar es nocivo ser una estatua.
Para mirar a los ojos procura
que el mundo no te de la espalda.
Para escuchar es aconsejable
estar en paz con nuestra guerra interna.

Para escribir un poema,
si los dedos pierden la vergüenza,
vivir, morir, andar, mirar, escuchar
y el corazón en el lugar de la cabeza.
 
© Mariano Crespo Martínez




                      
 

Sueño febril



Asentado.

 Así no me he reconocido nunca.
Jamás fui uno de esos seres previsibles
que de mayor aspira a ser mayor.

Yo de mayor
quiero ser el sueño febril
que te despierta agitada
como un cóctel con menta, chocolate y canela.
 

 

 © Mariano Crespo Martínez



                     
                   

Savajemente frutal




 
Tu llegada no es a toque de trompeta.

Vienes como cambian las estaciones.
como torna el gato a su gatera
como una idea ronda la cabeza
como besa mi cara una hoja muerta.

LLegas y es tarde para guarecerse
de esa presencia salvajemente frutal
que al manso corazón transforma en fiera.
 

 © Mariano Crespo Martínez

   


                   



                      

martes, 28 de agosto de 2012

Soledades

 


Suponiendo
que fuesen ciertas
nadie daría un penique
por las buenas acciones
de un poeta.
Por eso los versos
rezuman remordimientos.
Esa declaración que negaría
el abogado de tu defensa.
 


 © Mariano Crespo Martínez 


                 
                   

Florencia y mis flores




Tengo en mi mano el reloj de plata
que no compré en Florencia
porque jamás logré llegar a tiempo
a la mayoría de mis sueños.

Pero esta mañana
me da la hora
Lorenzo de Medicis
porque le viene en gana.

 
 No han vertido lágrimas mis ojos
rendidos la belleza
de Il Duomo
pero si llora el saxo
de Lester Young
y Billie Holliday
se exprime
la garganta.

 
Las flores que no llevé a Florencia
ni brotaron ni están secas.


 © Mariano Crespo Martínez



           
                

lunes, 27 de agosto de 2012

Ajeno a tus labios



 

Ajeno a tus labios,
lejos de esa recompensa,
como de fruta o caramelo,
transito por un tedio
que no sabe dulce ni salado.

Es ácido como el sudor de las loteras,
como el zumo de las manos inquietas
y los dedos de los limones.

 Bastaría una brisa en esta brasa
que arrastrase tu aliento de veneno
hasta la puerta entreabierta de mi casa.

Bastaría y sobraría con que se me posase un beso.

Una sonrisa aguda
una palabra llana,
una esdrújula mirada
bastarían
para convocar al deseo.

Lo creen el laurel, las debutantes uvas
y yo lo creo.
 

 © Mariano Crespo Martínez




                       

domingo, 26 de agosto de 2012

Divino correo

 


A veces llegan cartas del cielo.

Y ángel es quién las escribe.
Y ángel es el cartero.
Y ángel se torna quién las recibe.

A veces llegan cartas del cielo.


© Mariano Crespo Martínez



             

sábado, 25 de agosto de 2012

Antes de que suceda todo



Se inmiscuye, te absorbe,
y Oscar Wilde, bostezando entre tus manos,
te reprende con sorna
porque no has pasado página
de esa frase que te dijo hace ya horas
y estás toda la noche ausente
con gesto de motorista sin moto
y con casco.

Antes de que suceda el caos intuyes
que esa mujer era el epicentro del terremoto.

 


© Mariano Crespo Martínez

 


 

viernes, 24 de agosto de 2012

De cuando fui Eolo



Los marineros de tierra adentro
teníamos cuadernos astilleros
y unos barcos cuadriculados
sin patrón ni marineros.

Nosotros eramos el viento
el rio, la bocas de riego.

De cuando fui Eolo me quedam
las uñas sucias
las rodillas magulladas
unas aladas botas de agua
y esa atracción por el lodo.
 
 

 © Mariano Crespo Martínez



                      

jueves, 23 de agosto de 2012

Sin Godot, ni nada, ni nadie



 
Nunca había visto a los oráculos
tan cómodos en el pasado
tan ciegos por un sol hostil
cuando vislumbran el mañana.

Tampoco conocemos con exactitud
en que territorio se asienta nuestra alma
aunque yo aventuro que se asemeja
a la palabra inquietud.

Nadie sabemos nada.
Quién tenga una certeza que hable.

Plantados en el llorón sauce
crucificados en la encrucijada
de si limpiar el revolver
o sentarse en el sofá
o leer a el Apocalipsis
según San Juan
o el Wall Street Jounal.

No sirven los cócteles Molotov
ni crecen claveles en los fusiles
ni hay médicos con boina argentinos
en las contiendas de información´
de las batallas sin guerra.

Gobiernan los paraísos fiscales
en el infierno sin Dante.

La cabeza de muchos ciudadanos
oscila entre el dilema de,
como dicen las mujeres,
no saber si coger criada
o ponerse a servir.

SOS. No creemos en Godot.
Aquí estamos esperando algo o alguien que no tiene nombre.


© Mariano Crespo Martínez



                

Santos lugares


 

El portal,
el descansillo,
la puerta de casa,
el pasillo.

Son los santos lugares de la palabra justa
o el silencio que aun te reprochas.

 


 © Mariano Crespo Martínez



              

miércoles, 22 de agosto de 2012

Oficio de emociones




No te subas a la parra
para pensarme.

Soy un hombre corriente
que
en ocasiones
logra
plasmar
en palabras
emociones.

 Y me gustaría que fuese mi oficio.

Como ese
que hace barcas
o aquel
que cuida flores.

 

 © Mariano Crespo Martínez



                      

Noches de canela



En los tiempos en que andaba condecorado de lamparones
de los que era engorroso dar cuenta,
mi madre me dejaba arroz con leche
para mis madrugadas.

Entonces nunca dormía solo.
No me daba miedo la noche.
Tenía terror a la ignorancia.
Marx, Freud, Vallejo, Lorca, Boris Vian,
 
compartían la canela de mi cena
y mi duermevela en la cama.
 

 © Mariano Crespo Martínez



                                

lunes, 20 de agosto de 2012

Fuego amoroso





La memoria de las rupturas es terminal y dramática.
Huele a ceniza donde ardió no solo tabaco.

Recordamos el momento
en que fuimos aplastados
como una vulgar colilla,
y echamos al canasto del olvido
el tiempo que nos consumimos en su boca.

Ese humo que desprende el amor mientras 

vienen de ases los dados..


© Mariano Crespo Martínez





                          

domingo, 19 de agosto de 2012

Los preludios



Aquellos meses en los que nos eludíamos la mirada,
en los que postergabas un encuentro
y yo hablaba tan opaco
que necesitabas traductor simultáneo.

Aquellos tiempos vacilantes,

hoy me parecen un álbum de cromos
comenzado en mi infancia,
que, cual todos los restos de esa época,
es un juguete roto o incompleto.

Un manoseado álbum en el que paso tardes
contemplando imágenes
y acariciando huecos.
© Mariano Crespo Martínez





                     

Bolero





Cuando cae la noche a veces aparecen y hablo con muertos.
En la de hoy le cuento a mi amigo Guillermo Cabrera
y a mi padre, como tres tristes tigres,
que Infante se dolía de que con los barbudos
estaba prohibido bailar el chachachá,
y ahora en estos tiempos de mal cine,
los libres, los etiquetados como hombres libres,
ponen al baile derecho de admisi
ón.
Mi padre, viejo rojo, ríe, entrando
y saliendo del marco de su retrato.

En este mundo la razón es un esperpento
y las vidas de los vivos y las muertes de muertos
un caótico y desgarrado bolero.

© Mariano Crespo Martínez



                    

Agosto





Agosto huele a amores efímeros y fiestas patronales.
Agosto sabe a libertad condicional y playas que parecen avenidas.
Agosto es el principio de proyectos condenados al derribo.
Agosto son urbanizaciones fantasmas como un espejo de la ruina...




Agosto tiene viajes para sedentarios
y para nómadas interinos.

Agosto como todos los deseos
largamente ensoñados
es un mes para el olvido.
 © Mariano Crespo Martínez



                       

martes, 14 de agosto de 2012

Cadena perpetua




De niño te crees inmortal.
En eso consiste la inocencia.

Desear lo que puede ser una condena.

Nadie ha nacido preparado para coleccionar ausencias.
 


 © Mariano Crespo Martínez




                                     
                           

lunes, 13 de agosto de 2012

Sin vergüenza





Los sabios al servicio de los intereses inconfesables
diagnosticaron, tras larga investigación y debate,
que el asesino era la víctima.

Un ujier, atónito, precisó:
- En mi pueblo eso se llama suicidio.

Se hizo un silencio tan sepulcral que olía a cadáver.
El que parecía tener más predicamento
de entre aquel grupo de notables, sentenció:

- Parece un caso claro de vivir por encima de sus posibilidades.

Los periódicos de la mañana lo reprodujeron
sin pudor en grandes titulares.
 


 © Mariano Crespo Martínez



                

domingo, 12 de agosto de 2012

Asesino de memoria


 

Estaba cabizbajo.
Comprobaba si el vaso bailaba tango
haciéndole girar locamente en las manos.

Le acompañe en el sentimiento,
o sea, triste y borracho.

Pasaron varias rondas sin mensajes.

Nunca te vayas a la cama con una mujer
que te ha llorado de otro hombre, me dijo.
Se levantó sobre su noche lápida.

Te despertarás
y notarás en el olor de las sábanas
que han asesinado a otro hombre
y el arma homicida es tu sexo.

Salió a la calle con la alegría de espíritu
con que se entra en la cárcel.

Es lo único que recuerdo de esa olvidable noche.
 

 © Mariano Crespo Martínez



                

jueves, 9 de agosto de 2012

La tristeza



La tristeza puede alcanzar
hasta las habitaciones clausuradas
para que no hospedasen sentimientos.

Voy a ponerme ropa adecuada.
Esta noche tengo entrada de palco para un desconcierto.
 


 © Mariano Crespo Martínez



            

              

miércoles, 8 de agosto de 2012

Mi mente


 
Mi mente baila mejor que yo.
No lo niego ni lo oculto.
Además ha bailado con más mujeres.
Me lo restriega cuando no hay nadie.
Mientras tararea me mueve la pierna izquierda.
Gusta de la melodía de la ceniza circular y negra.

 La música que invita a la confidencia sin reservas.
Le salen alas a Charlie Parker con el vuelo de mi mente. 
 

© Mariano Crespo Martínez




                 

martes, 7 de agosto de 2012

Objeto perdido


 
Las ciudades no están hechas a la medida de mi deseo.

Deambulo por ellas y las calles se extravían
como los niños pequeños
o los paraguas y los recados.

Las estatuas de las diosas me llevan de la mano
y yo las regaño porque
no saben donde está su glorieta
ni el metro más a mano.

 Mi mala cabeza me priva de la belleza por creer en los planos.

Voy a terminar por llegar a tu casa y ponerme a buen recaudo.
 


 © Mariano Crespo Martínez


                   

Mens sana in corpore sano




 En el edificio en que resido
descubrí, por azar, una mañana en el sotano
un gimnasio abandonado.

Conservaba los vestigios de una epoca de esplendor,
esa dignidad que guardan los objetos que fueron demandados
y ahora son nobleza en ruina, aparcados en un rincon.


Bicicletas, hálteras, pesas, espalderas,
jubilados, sin utilidad como el arte,
y con la conversación
amena de las personas y los objetos en desuso.
Me hice con una llave y todas las mañanas
desciendo a mi particular escondite
cuidando de que los vecinos no me vean,
caigan en la cuenta y recuerden.

Y mientras ruedo inmóvil en una de las bicis
que todavía, pese a sus heridas, cumple su trabajo
charlo con ella de la recta de meta, de la soledad, del abandono
y le cuento una película de Luchino Visconti,
sobre la belleza inmortal y lo efímero de nuestro paso
por ella, y tan largo por la miseria.

Le confieso que me identifico con el papel de Burt Lancaster.

Soy feliz en ese espacio intemporal
en el que cuido mi cuerpo y mi inteligencia.

El entrenamiento no es para ganar energía
es para aprender a despedirme de ella.

La bici y yo carecemos de ambición,
festejamos seguir amigos y funcionar cada día.
 

 © Mariano Crespo Martínez







                   

Capital



 

 El silencio cómplice de tus ancestros
te ocultó que se viene de herencia
con un crédito limitado.

No son monedas de curso legal,
son de la acuñación eterna
de Judas.

 Una noche das un beso y dejan de girar los planetas.
Los calendarios ruedan como norias ebrias.
Te estalla la cabeza en treinta añicos,
aparece el cartel de "Game Over",
tus labios pronuncian mecanicamente hecatombe
y caes en la cuenta de que finalizó tu partida,
no te quedan monedas.

Te ciñes el sombrero y abandonas con paso cansado
ese territorio del deseo al que dicen no se vuelve.

 © Mariano Crespo Martínez



                

lunes, 6 de agosto de 2012

Instante




Si ante la pregunta de una mujer
te llega ese instante de demencia
en el que concibes que si respondes
o incluso sin contestar
si fijas en ella la vista
o incluso sin mirar
si inhalas el aire que expulsa
e incluso sin respirar
si tiemblas ante su serena belleza
e incluso sin temblar
si el pulso se te acelera
y no logras darte la vuelta
vas a comenzar esa historia
que entre los elegidos
todo ser lleva grabada
para que tenga sentido el rompecabezas.

No importa el final.
Lo que vas a vivir
es el patrimonio que te une a las cenizas del Edén.

El instante en que le place alcanzar la plenitud a la luna.
 


 © Mariano Crespo Martínez




             

miércoles, 1 de agosto de 2012

Las renuncias



En las fábulas, en los cuentos,
se coloca, generalmente a un niño,
en la encrucijada de ser candidato
a un don o un privilegio,
más tener que renunciar a algo.

Los padres llevados por ese legado,

-los padres educamos por la costumbre
o por mitos no elaborados-
exigimos a nuestros hijos que elijan
y que por descontado
– y ahí está el engaño-
a que renuncien a caminos.

Cuando quise ingresar en un convento
me pedían que prometiese
renunciar a los placeres mundanos.
¡Pero si no conocía ninguno!

Aun ahora, en esta hora de la subida
en que se está al borde del descenso.
tendría dudas insomnes
para renunciar a mi bagaje
fuere malo o bueno,
escrito con tinta y sangre
en la página de los desastres
o en la de los efímeros éxitos.

¡Ay! las renuncias.
El envés con pespuntes del bello traje de la libertad.

A momentos pienso que el orden de la vida
fue escogido en un burdel por un dios ebrio y resentido.
 

 © Mariano Crespo Martínez



                   
                 

Tiempo al tiempo





No tengas urgencia por culminar tu labor.
Disfruta y sufre.
El conocimiento no existiría sin la ignorancia.
Y juntos van creciendo.
Más sabes más ignoras.
Más vives, más tienes muerto.
 
Como los asesinos conocen,
como sufren los actores,
 consumado el crimen,
al acto final culminado,
ya no son imprescindibles
y solo los más templados soportan el vacío del escenario
limpiar el revólver sin encargos.

El gris de los días sin misión y nublados.
Tipos como nosotros
y nuestro asesino no soportan los pasatiempos.
 

 © Mariano Crespo Martínez