Una tarde entrevisté a Benjamín Prado en la radio y me contó una historia iniciática.
Había estado comiendo en familia cuando le encargaron ir a comprar helado de postre. En el bar en el que entró se encontró con Rafael Alberti, al que que el adolescente Prado, azorado, saludó y le expuso su admiración.
Alberti dirigiéndose a él como a un escolar le demandó por la parte de su obra más conocida como "Marinero en tierra" y, para su sorpresa, aquel chaval le dijo.
- A mí me gusta "Sobre los ángeles".
El poeta, perplejo, le preguntó por su edad y luego dictaminó:
- Creo que ya puedes tomarte un gin-tonic.
Benjamín, como Luis García Montero, gozó de la amistad y la tertulia del poeta hasta que una mujer cortocircuitó al hombre de la melena de plata todo contacto con el mundo exterior que no coincidiese con sus intereses.
Muchas veces me pregunto qué es la poesía. Nunca encuentro una respuesta que no tenga cierto componente religioso o místico. La poesía no se aprende. La poesía no tiene más o menos calidad, digan lo que digan, te conmueve o te pasa de largo. Nunca me iré de cañas con alguien que haya sido jurado en un concurso poético y no tenga mala conciencia de ello.
Durante los años del regímen que tuvo como poeta a Pemán, la poesía era un elemento más de las fiestas locales. La carrera de cross, la eleccion de reina de la belleza y la proclamación de un poesia como flor de las fiestas.
Era época de hambre y grandes escritores pujaban por una miseria limosna rural para no dejar a deber el duro bollo suizo del café Gijón. Muchos de estos certámenes los ganaba Federico Muelas. Un poeta, a mi gusto vulgar, y de oratoria densa y fatua.
El gran Pepe Hierro en venganza por la verborrrea lírica y barroca del siempre laureado Federico dejo éscrito:
En el portal de Belén
habló Federico Muelas
cuando terminó de hablar
las pastoras eran abuelas.
He huido como de la peste del mundillo de los poetas. La poesía es un vicio solitario, un azar, un sentimiento mágico que nada tiene que ver con la reunión de gente petulante que habla y escribe en esdrújulas.
La poesía ha tenido que ver con la política. Los grandes poetas hablan claro y transforman. Un día Benedetti me dijo en su casa de Madrid que el quería ser como Machado, alguien sencillo y claro. Los hay, sin embargo, para los que la claridad les parece que no da cuenta de su conocimiento del diccionario y se exhiben en la petulancia escribiendo como los políticos de oficio: no hay dios que los entienda. Y de eso, se vanaglorian.
Uno no sabe cuando es captado por la magia de la poesía, pero desde ese momento no puede prescindir de su embriaguez.
Yo recuerdo un momento crucial. Estaba en la recta de salidad de mi juventud. Estaba en Nueva York y una profesora de belleza madura intentaba desasnarme en el uso del inglés mientras yo me aventuraba a imaginar sus ingles. Nos separaba una cuestión de acento.
Al finalizar el curso yo le regalé un foulard y ella una edición bilingüe de Cesar Vallejo. Ella me había estado oteando el alma y yo el escote.
Un regalo envenenado porque en el poeta peruano de triste destino, en el profeta de su propio destubi, descubrí que la poesía me habría claves sobre el tejido humano que ni la sicología, la sociología, la antropología ni la política me ayudaban a descifrar. Comparto con vosotros el poema del descubrimiento. Igual no os dice nada. Todos caemos de diferentes caballos en nuestro viaje a la belleza. Pero ahí va:
Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina...
Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa...
Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona...
Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...
Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo...
Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...
Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito...
le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...
Desde entonces soy adicto. Y me gustan mis amigos y amigas poetas que cuelgan versos en la red. Hay quien cree que son más útiles las noticias. Son los miopes de siempre. Y más allá de los ripios en Puerta del Sol espero a los poetas que narren estos tiempos. Y no me ha gustado, estaré viejo, que no corrieran libros de poetas por los campamentos del máster de desobediencia civil que han surgido en el Estado.
No hay revolución sin poetas porque si hay alguien quiere cambiar el mundo de qué mejor lugar extrae los sueños. La poesía es la banda sonora de la reivindicación de la hermosura.
Y para terminar, ya que le usé para iniciar este escrito, os dejo con una canción que lleva letra de Benjamín Prado, ese chico adolescente al que Alberti invitó a un gin-tonic.
Y para concluir un recuerdo. El único hombre revolucionario que he conocido en persona, mi hermano mayor Miguel Núñez, tenía más amigos poetas que políticos.
¿Qué es la poesía? Una magia que empiezas por pagar y a la que luego encuentras en la calle, en las barras de tascos inmundos, en la mirada que te rompe la mañana. Una puta enamorada.
probando, probando...
ResponderEliminarBueno Mariano, bueno!!
ResponderEliminarNo me extraña que desde entonces seas adicto a la poesía.
ResponderEliminarBueno, ya estoy aquí,aunque ahora que recuerdo antes estaba en otro blog. Ese reloj que has puesto me recuerda a una estación de tren.
ResponderEliminar¡Piiiiiiiiiiiiiiii, piiiiiiiiiiiiiii!
Es una broma, sólo inauguro tu blog.
Gracias, Ángel por tu generosidad. Me alegro Paquí que te haya gustado Cesar Vallejo. Te lo recomiendo como compañía nocturna.
ResponderEliminarPaloma, la estación de tren es la de Sants, en donde la incautas flirtean con los guardias de seguridad.