Si sobrevives a la doble muerte de tu padre.
Si eres confeso, arrepentido de su eliminación, cuando eras joven.
Si perdonas a la vida que te lo robase a mano armada cuando tu obligación era protegerle.
Soportarás el tiempo en que caes en la cuenta
de que te comienzas a semejar a dos cadáveres.
No busques lejos al asesino de la imagen que miras con piedad en el espejo.
Ya eres un hombre.
¡Que soledad acarrea llegar a algo!
© Mariano Crespo Martínez
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