Al cabo, qué nos queda.
Es miserable guardar cuerpos podridos
en el frigorífico como rendir culto a las mentiras.
Demasiados de los sueños en que creí,
no eran estafas, pero los burladores
- no os llevéis a engaño-
les dieron usufructo
convirtiendo flores silvestres
en cochambre con etiqueta de perfume.
Es miserable guardar cuerpos podridos
en el frigorífico como rendir culto a las mentiras.
Demasiados de los sueños en que creí,
no eran estafas, pero los burladores
- no os llevéis a engaño-
les dieron usufructo
convirtiendo flores silvestres
en cochambre con etiqueta de perfume.
Al cabo, qué nos queda.
Promesas de muchachas,
espejismos de primaveras
y una oferta de paraísos terrenales
que resultaron ser una urbanización
a mil millas de cualquier playa.
Promesas de muchachas,
espejismos de primaveras
y una oferta de paraísos terrenales
que resultaron ser una urbanización
a mil millas de cualquier playa.
Al cabo, qué nos queda.
Tal vez que estuvimos en sitios que no existen
y que acariciamos fruta prohibida sin permiso.
También esa cara de estúpidos o sabios
que se les dibuja a los hombres y a los pájaros
cuando caen en la cuenta
de que ya tan solo son huevos robados
todos los versos que pusieron en los nidos.
Y esa música amarga que tararean
los supervivientes de naufragios
cuando les invitan a las botaduras
de libros o de barcos.
Tal vez que estuvimos en sitios que no existen
y que acariciamos fruta prohibida sin permiso.
También esa cara de estúpidos o sabios
que se les dibuja a los hombres y a los pájaros
cuando caen en la cuenta
de que ya tan solo son huevos robados
todos los versos que pusieron en los nidos.
Y esa música amarga que tararean
los supervivientes de naufragios
cuando les invitan a las botaduras
de libros o de barcos.
© Mariano Crespo
Ese poso de amargura siempre presente... Quiero ser más optimista aunque esté mal informada.
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