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jueves, 4 de septiembre de 2014

Mayúsculas y minúsculas


Si pensamos en la FELICIDAD, 
así con mayúsculas
uno se detiene en grandes valores 
y en inmensas penurias. 

Piensa en libertad, igualdad, fraternidad, 
paz, trabajo, cultura, salud y alimentos. 

Desea no enterrar a los hijos 
y que sean ellos los que te cierren los ojos 
y te den tierra. 

Pero no son más felices 
los beneficiarios de las condiciones mayúsculas 
ni los que no son visitados por el infortunio 
que todo lo derrumba. 

Tal vez por eso
altero mis expectativas
cuando me aparecen las minúsculas
y bajo los listones 
cuando me contemplo desde mi altura. 

Entonces cobran importancia 
detalles sin importancia 
que cambian el valor de la vida
pero no tasan en los portes ni en la factura

No aparece en neón 
el amor cuya pasión incendia cuerpo y alma,
ni el sexo del cambio climático que enaltece el clímax, 
ni la estatua de uno mismo en la glorieta de la infancia, 
ni el tener de mano los comodines de la baraja. 

Bajamos del pedestal 
y comprendemos como los almanaques 
que la existencia se compone de más rutina 
que de fiestas patronales.

Y aumentan su volumen 
como globos, a los que el aire 
agiganta cuando les libera
de su asfixia, 
asuntos triviales 
como esperar el sueño 
con la persona que quieres 
hablando de cosas estúpidas. 

Algo tan minúsculo 
como la cotidiana TERNURA. 

Cuando se hacen las plegarias 
conviene tener a mano 
un diccionario de asuntos pequeños
y olvidar la enciclopedia del abuelo 
que te hace tonto ilustrado 
pero poco o nada te enseña. 

Si esta noche vuelve el duende 
no me subiré a la parra
ni volveré a pensar si la tengo grande
o pequeña. 

© Mariano Crespo

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