Si pensamos en la FELICIDAD,
así con mayúsculas
uno se detiene en grandes valores
y en inmensas penurias.
Piensa en libertad, igualdad, fraternidad,
paz, trabajo, cultura, salud y alimentos.
Desea no enterrar a los hijos
y que sean ellos los que te cierren los ojos
y te den tierra.
Pero no son más felices
los beneficiarios de las condiciones mayúsculas
ni los que no son visitados por el infortunio
que todo lo derrumba.
Tal vez por eso
altero mis expectativas
cuando me aparecen las minúsculas
y bajo los listones
cuando me contemplo desde mi altura.
Entonces cobran importancia
detalles sin importancia
que cambian el valor de la vida
pero no tasan en los portes ni en la factura
No aparece en neón
el amor cuya pasión incendia cuerpo y alma,
ni el sexo del cambio climático que enaltece el clímax,
ni la estatua de uno mismo en la glorieta de la infancia,
ni el tener de mano los comodines de la baraja.
Bajamos del pedestal
y comprendemos como los almanaques
que la existencia se compone de más rutina
que de fiestas patronales.
Y aumentan su volumen
como globos, a los que el aire
agiganta cuando les libera
de su asfixia,
asuntos triviales
como esperar el sueño
con la persona que quieres
hablando de cosas estúpidas.
Algo tan minúsculo
como la cotidiana TERNURA.
Cuando se hacen las plegarias
conviene tener a mano
un diccionario de asuntos pequeños
y olvidar la enciclopedia del abuelo
que te hace tonto ilustrado
pero poco o nada te enseña.
Si esta noche vuelve el duende
no me subiré a la parra
ni volveré a pensar si la tengo grande
o pequeña.
© Mariano Crespo
así con mayúsculas
uno se detiene en grandes valores
y en inmensas penurias.
Piensa en libertad, igualdad, fraternidad,
paz, trabajo, cultura, salud y alimentos.
Desea no enterrar a los hijos
y que sean ellos los que te cierren los ojos
y te den tierra.
Pero no son más felices
los beneficiarios de las condiciones mayúsculas
ni los que no son visitados por el infortunio
que todo lo derrumba.
Tal vez por eso
altero mis expectativas
cuando me aparecen las minúsculas
y bajo los listones
cuando me contemplo desde mi altura.
Entonces cobran importancia
detalles sin importancia
que cambian el valor de la vida
pero no tasan en los portes ni en la factura
No aparece en neón
el amor cuya pasión incendia cuerpo y alma,
ni el sexo del cambio climático que enaltece el clímax,
ni la estatua de uno mismo en la glorieta de la infancia,
ni el tener de mano los comodines de la baraja.
Bajamos del pedestal
y comprendemos como los almanaques
que la existencia se compone de más rutina
que de fiestas patronales.
Y aumentan su volumen
como globos, a los que el aire
agiganta cuando les libera
de su asfixia,
asuntos triviales
como esperar el sueño
con la persona que quieres
hablando de cosas estúpidas.
Algo tan minúsculo
como la cotidiana TERNURA.
Cuando se hacen las plegarias
conviene tener a mano
un diccionario de asuntos pequeños
y olvidar la enciclopedia del abuelo
que te hace tonto ilustrado
pero poco o nada te enseña.
Si esta noche vuelve el duende
no me subiré a la parra
ni volveré a pensar si la tengo grande
o pequeña.
© Mariano Crespo
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