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domingo, 9 de noviembre de 2014

A pájaro vista


Tengo ganas de asomarme al balcón 
por ver si llega el tranvía, 
poner la radio y sentarme en la mesa camilla 
a escuchar las dedicatorias del oyente 
y que una de las muchas chicas que me gustaron 
me dedique un bolero miserable, un buen bolero, 
una de esas canciones cochambre
que dudas si la bailas o la lloras 
a solas en la brevedad de tu cuarto
o intentado desabrochar un sujetador 
esa prenda cerrada con tan mala leche
para los niños de ayer recién calientes.

Tengo ganas de que lleguen los fríos 
aunque ya no tenga fogón en la cocina 
en donde mis vecinas reblandezcan la cera
para depilarse las piernas con la falda levantada
sin percatarse del muchacho que las espía.

de rodillas y sin entender el misterio 
como cuando ayuda al cura en misa.

Tengo ganas de  buscar en la mesilla de mi padre 
la revista francesa de la no entiendo las palabras
pero en que una chacha friega el suelo 
y se le ven unas bragas muy extrañas 
luego se va quitando toda la ropa 
fotograma a fotograma
hasta que se le ve el matojo de la taquicardia. 

Tengo ganas de regresar
para  rellenar en el álbum
 algunos huecos
porque tengo un agujero
 de papel en el alma
que me duele como las ausencias 
en las bodas y en los entierros.
Yo fui de los niños,
 
que no completaron ninguna colección de cromos,
casi ningún sueño y pocas aspiraciones.


En noviembre,
cuando los tiempos de maricastaña regresan 
un escalofrió me alquila la espalda
y me encuentro en una antigua habitación 
pareciéndome en el aire perplejo 
al jilguero que observa desde la jaula.

© Mariano Crespo


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