Es difícil explicar
el poso que en un poema
me calienta las manos
o me hiela la punta de la nariz.
Tal vez,
en el roce de unos labios,
la seda del carmín.
Quizás,
en el trago de agua,
el aroma del botijo a anís.
O mejor,
ese leve matiz
entre empaparse y calarse
que, en el amor,
escoge por ti.
© Mariano Crespo
el poso que en un poema
me calienta las manos
o me hiela la punta de la nariz.
Tal vez,
en el roce de unos labios,
la seda del carmín.
Quizás,
en el trago de agua,
el aroma del botijo a anís.
O mejor,
ese leve matiz
entre empaparse y calarse
que, en el amor,
escoge por ti.
© Mariano Crespo
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