Es común la repulsa
contra los que escriben belleza al dictado,
caducos besos de segunda mano.
Yo he de admitir que llegué más lejos,
robé los sentimientos de alguien que los descifraba
con la emoción de quien ve estallar una primavera
en el cáliz de una flor.
Hay quien mancilla un poema
cuando lo mira
y quien lo eleva a otro altar
con la música de su estremecimiento.
Se pregona el talento
de quien concita a la belleza
y no erigimos un templo
a quien bajo su piel hace carne al verbo.
En una ocasión me conmovió
de tal manera observar unas lágrimas
empapando unos versos
que confieso que plagié a esa lectora de Vallejo.
© Mariano Crespo
contra los que escriben belleza al dictado,
caducos besos de segunda mano.
Yo he de admitir que llegué más lejos,
robé los sentimientos de alguien que los descifraba
con la emoción de quien ve estallar una primavera
en el cáliz de una flor.
Hay quien mancilla un poema
cuando lo mira
y quien lo eleva a otro altar
con la música de su estremecimiento.
Se pregona el talento
de quien concita a la belleza
y no erigimos un templo
a quien bajo su piel hace carne al verbo.
En una ocasión me conmovió
de tal manera observar unas lágrimas
empapando unos versos
que confieso que plagié a esa lectora de Vallejo.
© Mariano Crespo
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