Hubo tardes de candor
al que subía la fiebre
y miradas turbias,
los ángeles tenían sexo
y aunque aun no usaban lencería
estaba en llamas la ropa interior.
Tardes de humo dulce
y vello suave en las piernas
faldas de flores
y citas de Beauvoir
antes de un beso
que te convertía
al existencialismo
porque los otros
eran los rivales
y el infierno
Ella tomaba café y coñac
y jugaba al parchís
comiendo veinte
y contando una,
María, Paloma,
Adela y Chelo,
un póquer de damas
perdedor
para una mano
de mal agüero,
con un pájaro dentro.
La tragedia,
en francés,
de los náufragos adolescentes.
al que subía la fiebre
y miradas turbias,
los ángeles tenían sexo
y aunque aun no usaban lencería
estaba en llamas la ropa interior.
Tardes de humo dulce
y vello suave en las piernas
faldas de flores
y citas de Beauvoir
antes de un beso
que te convertía
al existencialismo
porque los otros
eran los rivales
y el infierno
Ella tomaba café y coñac
y jugaba al parchís
comiendo veinte
y contando una,
María, Paloma,
Adela y Chelo,
un póquer de damas
perdedor
para una mano
de mal agüero,
con un pájaro dentro.
La tragedia,
en francés,
de los náufragos adolescentes.
Todas las canciones que me envenenaron
parecían, a simple vista, inocentes.
Y no he levantado cabeza
desde el primer baile
cuando el primer izado
del mástil de la bandera blanca
creyendo que ibas al ataque
y estaba en la bañera de la princesa
cayendo por el desagüe.
cuando el primer izado
del mástil de la bandera blanca
creyendo que ibas al ataque
y estaba en la bañera de la princesa
cayendo por el desagüe.
Lo repito y lo repetiré mil veces:
Todas las canciones que me envenenaron
parecían, a simple vista, inocentes.
Todas las canciones que me envenenaron
parecían, a simple vista, inocentes.
Mariano Crespo
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