La adolescencia es una barba
que te dejas para no observarte con detención
en los traidores espejos.
Ese molesto grano a reventar
que llevas de la mañana a la noche
entre las piernas.
Además no saber improvisar
cuando no se conoce el texto
y no hay memoria para mentir de carrerilla.
La adolescencia es alcanzar la miseria
en la persecución de lo sublime.
Para colmo, la adolescencia jamás se cura
aunque enseñes convivencia a sus síntomas.
Al no absolverse de haber asesinado al niño
te grita desde dentro
al menor descuido
que disparaste sobre tus sueños de joven
para sobrevivir en orden.
La adolescencia es no saber que ponerse
para el entierro de uno mismo.
La adolescencia es un anticipo del infierno
sin tan siquiera haber hecho méritos.
© Mariano Crespo
que te dejas para no observarte con detención
en los traidores espejos.
Ese molesto grano a reventar
que llevas de la mañana a la noche
entre las piernas.
Además no saber improvisar
cuando no se conoce el texto
y no hay memoria para mentir de carrerilla.
La adolescencia es alcanzar la miseria
en la persecución de lo sublime.
Para colmo, la adolescencia jamás se cura
aunque enseñes convivencia a sus síntomas.
Al no absolverse de haber asesinado al niño
te grita desde dentro
al menor descuido
que disparaste sobre tus sueños de joven
para sobrevivir en orden.
La adolescencia es no saber que ponerse
para el entierro de uno mismo.
La adolescencia es un anticipo del infierno
sin tan siquiera haber hecho méritos.
© Mariano Crespo
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