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miércoles, 26 de marzo de 2014

El viaje


Hablo de magnitud. 

Es superfluo, frívolo
salir a navegar el cosmos
ni rubricar la estela de los mares, 
ni echar raíces bajo la corteza de la tierra 
o convertir el globo terráqueo 
en unas centenas de alfileres 
que señalan lugares 
en donde te hicieron retratos
y enviaste telegramas, 
besos clandestinos en postales. 

No es necesaria la cobertura de satélites
ni los mapas, brújulas, ángeles de la guarda, 
trajes de neopreno, baúles,
sombreros salacot 
botiquín de mano 
y vacunas contra todo lo que mata
sin afecto, sin promesas, sin anillos. 

Hablo de magnitud. 

El viaje,
el único,
es a la acera de enfrente 
y a la vuelta de la esquina,
a la mirada de los otros,
al desamparo de estar sin calle,
al lugar sin lindes, 
sin referentes,
sin historia,
sin redentor,
sin coartada
sin papeles 
sin herencias
sin banderas
sin hojas de ruta
ni antecedentes
ni plan de pensiones o de fuga. 

Ese es el territorio de los viajeros
de leyenda.
Lo demás es turismo por las ramas.

Hablo de magnitud,
cuya métrica es el rastro de un perfume
la brisa al caer la lágrima sobre el sauce.

© Mariano Crespo

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