Tengo por costumbre
llevar ciudades tristes
en el bolsillo de la chaqueta,
por si me topo con una mujer llorando
en el rincón de la acera
como solo se llora un roto
en el descosido de las parejas.
Me detengo
y las regalo un banco frente al río,
las gastadas escaleras del barrio viejo,
los soportales cuando estalla la tormenta,
o el Museo de la Desolación
que tiene toda villa
con tragedias entre sus piedras.
Luego acelero el paso,,
miro hacia ningún lado,
y dejo caer una ciudad
envuelta en mi pañuelo de seda
para que su derrota sin besos
tenga un marco de referencia.
Hay amores que lloré
y no pasó nadie
que tuviera a mano Florencia
envuelta en un lienzo de pena
y guardada por costumbre
en el bolsillo de la chaqueta.
en el bolsillo de la chaqueta,
por si me topo con una mujer llorando
en el rincón de la acera
como solo se llora un roto
en el descosido de las parejas.
Me detengo
y las regalo un banco frente al río,
las gastadas escaleras del barrio viejo,
los soportales cuando estalla la tormenta,
o el Museo de la Desolación
que tiene toda villa
con tragedias entre sus piedras.
Luego acelero el paso,,
miro hacia ningún lado,
y dejo caer una ciudad
envuelta en mi pañuelo de seda
para que su derrota sin besos
tenga un marco de referencia.
Hay amores que lloré
y no pasó nadie
que tuviera a mano Florencia
envuelta en un lienzo de pena
y guardada por costumbre
en el bolsillo de la chaqueta.
© Mariano Crespo
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