Se inmiscuye, te absorbe,
y Oscar Wilde, bostezando entre tus manos,
te reprende con sorna
porque no has pasado página
de esa frase que te dijo hace ya horas
y estás toda la noche ausente
con gesto de motorista sin moto
y con casco.
Antes de que suceda el caos intuyes
que esa mujer era el epicentro del terremoto.
© Mariano Crespo Martínez
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