Cuando cae la noche a veces aparecen y hablo con muertos.
En la de hoy le cuento a mi amigo Guillermo Cabrera
y a mi padre, como tres tristes tigres,
que Infante se dolía de que con los barbudos
estaba prohibido bailar el chachachá,
y ahora en estos tiempos de mal cine,
los libres, los etiquetados como hombres libres,
ponen al baile derecho de admisión.
Mi padre, viejo rojo, ríe, entrando
y saliendo del marco de su retrato.
En este mundo la razón es un esperpento
y las vidas de los vivos y las muertes de muertos
un caótico y desgarrado bolero.
© Mariano Crespo Martínez
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