Al otro lado del poema
en la espesura del bosque sin respuestas
espera un amaestrador de cometas
y un salvaje que piensa.
Al otro lado del poema
aguardan las pegadizas canciones
que suelen cantar las maestras
y los golosos laberintos
que aprenden a tejer las doncellas.
Al otro lado del poema
el dedo rasga la arena
la mano sostiene la pluma
y la cabeza vertebra la frase
que acoja un nido o una idea.
aguardan las pegadizas canciones
que suelen cantar las maestras
y los golosos laberintos
que aprenden a tejer las doncellas.
Al otro lado del poema
el dedo rasga la arena
la mano sostiene la pluma
y la cabeza vertebra la frase
que acoja un nido o una idea.
Al otro lado del poema
en el dorso del planeta
sobre el pubis deseado
y las cerradas puertas.
Al otro lado del poema,
tras la mansión violeta de las flores muertas,
hay una calma tensa de tormenta que no llega,
un tren de madera varado en un mar sin mareas,
unos cisnes que posan para decapitadas muñecas
y los besos malditos, sin nombre,
que una coral de niños rescata y colorea.
Al otro lado del poema
nos contempla con su túnica negra
una conversación pendiente,
en la madrugada de la chimenea,
con los deseos que todavía te adeudo
y las víctimas de nuestra fiesta.
© Mariano Crespo
en el dorso del planeta
sobre el pubis deseado
y las cerradas puertas.
Al otro lado del poema,
tras la mansión violeta de las flores muertas,
hay una calma tensa de tormenta que no llega,
un tren de madera varado en un mar sin mareas,
unos cisnes que posan para decapitadas muñecas
y los besos malditos, sin nombre,
que una coral de niños rescata y colorea.
Al otro lado del poema
nos contempla con su túnica negra
una conversación pendiente,
en la madrugada de la chimenea,
con los deseos que todavía te adeudo
y las víctimas de nuestra fiesta.
© Mariano Crespo
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