La primavera es una estación de paso.
Incómoda,
excesiva,
ruidosa, impertinente.
Nadie la escoge de destino.
Nadie sale ileso de su vientre.
Pero del delirio de esa fiebre
volvemos con una radical certeza:
no somos inmortales
porque al pasado no se regresa.
Quién no recuerda
aquel libro que no sabía leer.
Quién no busca bajo los signos
ese misterio,
esa curiosidad,
ese vacío
que desbordó hasta la vida más hueca.
Volverán perfumes con tu nombre
pero ya nada nos olerá de nuevas.
© Mariano Crespo
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