Un día me llamaron para comunicarme
que habían aprobado la plaza de la Residencia
que solicité para mis padres.
Ellos habían cometido el grave error
de morirse unos meses antes.
No supe que contestar,
pero tras ese instante
albergo la sospecha
de que hay recados que llegan
desde ese oscuro sitio
de ese ámbito abominable
que archiva las fotos de boda
de los divorciados,
el altar del desamor eterno,
los patucos del niño
que naufragó en el parto.
Yo, perdónenme, no soy creyente,
pero, olvídense de mí
si buscan un ecuánime que el infierno niegue
© Mariano Crespo
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