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lunes, 13 de abril de 2015

Salvoconducto


Uno empieza a entender 
que el mundo es una fila en desorden 
cuando viaja en maletas de mujeres 
que tienen por rutina perder el equipaje
o, como en las tribulaciones de un globo, 
empiezan a soltar lastre,
Dado que nadie respetable, 
con vocación de víctima, 
nace con experiencia laboral 
de bombero, con última residencia 
conocida en cualquier desastre,
comienzan a suceder peripecias 
para las que careces de palabra
que las bautice y dé nombre
tan solo signos de interjección 
y alguna blasfemia sin dioses.
Uno empieza a entender 
de qué va este extraño pasatiempo 
cuando una de esas mujeres 
que te dejó en una consigna,
reaparece por el reloj de arena,
abre la puerta y te pregunta
dónde estuviste durante esa ausencia
que le destrozó las vísceras
y acostumbraron al hielo sus venas.
La salvación es que has aprendido 
el salvoconducto, la contraseña:
esperando, amor, a que volvieras,
no concibo el mundo sin tu presencia.
En ese momento uno ya ha entendido 
que siempre hay alguien que gira la ruleta 
o empieza a repartir cartas 
de una baraja vieja de estreno 
como esa estación de vías muertas 
que renacen e inauguras cada primavera.


© Mariano Crespo

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