Me admitirán que resultaría
de más provecho
que contar hasta cien
el recurso de tener
siempre a mano
un vaso de agua
y, en caso de un repentino
ataque de ira,
guardar en el la dentadura.
O despositar el ojo
cuando una muchacha
contonea sus caderas
o exhibe sus encantos
delante de nuestras narices
y estamos con nuestra pareja.
O la oreja
cuando no nos interese
ni un ápice
la conversación de alrededor
por vulgar y cateta.
Ahora que caigo,
si esto del vaso de agua
es para dejar lo que no se usa
o no conviene usarlo
ahora entiendo por qué
lo ponen en la tribuna de oradores
en el Congreso de los Diputados.
Para que sus señorías,
durante su intervención
depositen la ética.
© Mariano Crespo Martínez
Para depositarla en un vaso, algunas de sus señorías (casi todas) necesitarían primero saber cómo es, qué aspecto tiene. Y no me estoy refiriendo a la dentadura. Muy bueno el texto.
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