Cuando la noche se fumaba,
la seducción daba lumbre.
Con un ¿me das fuego?
han comenzado hecatombes.
A la hora de barrer los cafés
recogían junto a las colillas
los besos intentados,
mucha ceniza
y, en una servilleta arrugada,
mis sonetos sin destino
ébriamente rimados.
Si no conservas el olor a fósforo en los dedos
ni citas de memoria los malditos versos de los náufragos
es que te guareciste de neones, de estrellas,
y no supuras por las cicatrices de los estrellados.
© Mariano Crespo Mártínez
© Fotografía: Willy-Ronis
Yo guardo las servilletas,de esas con textura "resbalosa" en las que el bic se marcaba fatal. Y, a veces, no entiendo apenas mi letra.
ResponderEliminarY, a veces, me reconozco en los versos.
Y, siempre, supuran hasta las heridas que parecían cerradas.
Gracias, como siempre, por las patadas en la boca de las emociones.