Cuando se sentía muy sucio.
Cuando sus poros le urgían humedad.
Cuando ansiaba empaparse de vida.
Cuando no soportaba la mugre pegajosa con que te pringa la soledad,
gritaba que se iba a la ducha
y hasta que no se lo permitían,
llovía, porque no cesaba de llorar.
En la Comunidad nunca entendían
como, tras siete largas semanas
sin suministro de agua,
aquel hombre volvía empapado,
de una inutil ducha cerrada
y sonriendo como hacia tiempo
no recordaban ninguna boca
desgarrarse de felicidad.
© Mariano Crespo Martínez
Foto NAN GOLDIN
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