En la eficacia moral de las fábulas
tenemos una palpable muestra
de nuestra escasa fe en las personas.
Se hace decir a un cerdo, una zorra o una rata
aquello a lo que no se presta tiempo
ni atención en boca humana.
Que este pensamiento es una majadería
no deja de restregármelo
cada día un gorrión con sotana.
Albergo mis dudas pero no tengo estomago
para polemizar con un pájaro
tan volado, ungido y sabio.
Por demás, es terrible herir el ego de las aves.
Una primavera le dije que un secreto
me lo reveló un pajarito.
Y se volvió indignado al nido.
Al cabo de un mes tuve que admitirle
que mis confidencias estaban seguras
en él como en una tumba.
No lo dudes, como en un camposanto, dijo.
A mí jamás me han tenido que gritar:
¡Cierra el pico!
A nadie causa sorpresa
la confidencialidad de los pájaros,
la guardada compostura de las zorras.
y el sacrificio hasta la inmolación de las ratas.
Ahora que el gorrión está rezando su oficio,
les digo que las fábulas, como las religiones,
tienen un sobrevalorado prestigio,
se ven venir sus borrones,
no se trazan con brocha fina.
Cuando el escritor duda de la inteligencia ajena
hace narraciones con trampa y moralina.
Aunque la propaganda nos procure cuartos
a los pregoneros, ninguno logra disimular la pena.
Ahora que el gorrión está rezando su oficio,
les digo que las fábulas, como las religiones,
tienen un sobrevalorado prestigio,
se ven venir sus borrones,
no se trazan con brocha fina.
Cuando el escritor duda de la inteligencia ajena
hace narraciones con trampa y moralina.
Aunque la propaganda nos procure cuartos
a los pregoneros, ninguno logra disimular la pena.
© Mariano Crespo Martínez
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