No aprendí a hacer el amor como los de ciencias
ni como los de letras.
Amante soy de maestría industrial.
Transportista.
Conductor que sabe lo que se trae entre manos
y con conocimientos de mecánica.
El clásico vocacional
que supendió la teoría
porque no sirve a la hora
de salir de la autovía.
Como los camioneros expertos
gozo en llegar a ti por el laberinto de los barrios viejos
en donde la precisión es parecer que rozas o arañas
y acaricias sin dejar evidencias.
No guardo huellas de amor en la carrocería,
Maniobro a conciencia
Despisto al parterre sin lastimar la botánica
en la entrada de tu boulevard
y enfilo la calle
sobre la que empapé de lluvia las aceras
a base de tacto al volante.
Ya todo es jugar con la caja de cambios
y desembragando.
Sin aceleración ni atajos,
dejando que la máquina vaya cómoda
para descargar la mercancia de flores
en el momento óptimo
en el que los semáforos parpadean.
Cuando más frescas.
y con más alegría las acoges
sin que importe si te vienen o llegan.
© Mariano Crespo Martínez
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