La espuma del mar y las caracolas
fueron en el principio.
En siguientes jornadas nacieron
las algas, los peces y las sirenas
que crearon la palabra
y los tiovivos de las verbenas.
Vinieron los viajeros,
los barcos,
los puertos
y las luciérnagas.
¿Dónde está eso?
En nuestro pensamiento
un instante antes de que llegue el sueño.
¿El mar es tan viejo?
Las olas,
dice el marino, son las arrugas
del mar.
Son las del marino, yo pienso.
Subido a una banqueta
con voz de profeta
digo que, cuando el cansancio le asalta,
el tiempo se refugia,
con la cadena acurrucada,
en los relojes de bolsillo
del pantalón de faena del poeta,
bajo su delantal de dependiente de ultramarinos.
El cansancio es marrón con brillo
y con pelaje duro y erguido
para limpiar las manchas del olvido.
El cansancio, digo, es un cepillo
para la ropa de los domingos.
El cansancio convoca al arenero
que cierra los ojos
para el inicio
de la sesión de noche en el cine del sueño.
La espuma del mar y las caracolas son un precipicio.
Mi mente es una barca a la deriva
en busca de dueño.
© Mariano Crespo Martínez
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