Besos que son un ultimátum
a la paz de los cementerios,
a la calma chicha del olvido.
Besos como una tormenta en un vaso de vino.
Hay besos,
cómo deciros,
que te estallan en la línea de flotación
del herrumbroso barco de la madurez
y retornas al niño
que timoneaba una cascara de nuez
cuando acababa el bocadillo.
Hay besos
que suenan pum, pum y pum
con los colores de los fuegos de artificio.
Hay besos que fundan una patria
a los extrañados de sí mismos.
© Mariano Crespo
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