Por mí no pasan los años,
se quedan todos,
se quedan.
Contestaba Leopoldo de Luis
a quién quería halagarle
su buena presencia.
Cuando fui a su casa
me faltaban los años
-que también a mí no me pasan,
ahora se me quedan-
para entender su tristeza.
No hago planes para más de unos días,
observaba cuando le emplazabas
para un encuentro
con sus saberes
y su lúcida cabeza.
La última vez que le visité
me recordó que se apellidaba Urrutia
y el de Luis fue una componenda
para burlar la censura.
Tenía apellido de preso y de lucha.
Cuando uno ve el final
y va aparecer el reparto
de la película
deja claro quién es
y aquello que se le negó
se reafirma.
Le recuerdo en este 31 de diciembre
mientras leo sus poemas,
en esta edad en que los plazos
se acortan
para hacer un deseo
a larga distancia.
Quedamos el año que viene,
tal día como mañana.
© Mariano Crespo
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