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jueves, 31 de enero de 2013
Noche de enero en el Cinquecento
Cuando en Florencia te robé un beso
me privaron del pasaporte Medici
con el que me desplazo clandestino por el Renacimiento.
Llevo un retrato auténtico falsificado por Rafaello Sanzio.
No he trabajado para el Pentágono
pero he sobrevivido en más de un polígono.
La vida me sorprende, siglo tras siglo, deshaciendo
maletas de viajes que no he emprendido.
Desde que conocí al portugués Magallanes
solo transito mares y puertos.
Si a estas alturas del poema no te cuadran los datos
puedes abandonar su lectura y fumar un cigarro.
Una de dos.
O estás fumando.
O te gusta la impostura y los impostores.
Yo estoy fumando,
Me fascina que mis lectores amen la mentira.
Quiero decir, que me amen, me fascina.
Aunque sea mentira.
Aunque no fumen.
Amar tiene más contraindicaciones que el tabaco.
La verdad tiene vocación de mentira.
Miénteme, dime que no fumas, pero no dejes de amarme.
En el Cinquecento, durante las pestes,
jugamos con las palabras para hacer más llevaderas las noches.
La peste negra.
Las negras noches
por las que de me desplazo de incógnito.
Llevo un retrato auténtico falsificado por Rafaello Sanzio.
© Mariano Crespo Martínez
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Entre tanto juego de palabras de noches negras, peste negra o lágrimas negra está la variantes de noches de miel, noches de azahares o noches de platas...
ResponderEliminarPero tus palabras siempre tan certeras, siempre tan de a pie razón con ese toque de corazón poeta.
Bello querido "tito Mariano"