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domingo, 15 de noviembre de 2015

Pubertad de los sesenta


Dejas de beber, de fumar 
piensas que el capitalismo es una mierda 
que te consiente vivir en la parte
buena del planeta 
y que contra Franco 
aprendiste a Freud, el Kamasutra
y que a Carlos Marx
no le iba la ensaladilla rusa
ni el gulag ni la nomenklatura.
Además que de las cenizas del nazareno
nacieron las míseras venéreas de la curia,
la emoción de la Capilla Sixtina,
los secretos de las víboras 
el veneno de los besos de puta,
y el éxtasis, gloria bendita, 
de Haendel y su Aleluya.
Que la vida es una contrarreloj 
absurda desde la nada hasta la nada 
y algunos corren por ganarla.
Es la síntesis de la madurez, 
el reposo de los cincuenta.
Afortunadamente vuelve 
una segunda adolescencia. 
Te das cuentas de que aquello 
que hiciste bien no estaba tan bien,
mas bien, era, además de una reiteración,
una trampa burda de la conciencia. 
Te das cuenta de que aquello 
que no te perdonas 
es por lo que alguna mujer 
volvería a soltarse la melena.
Esto de la pubertad de los sesenta 
tiene todas las contraindicaciones 
que ustedes quieran,
pero me obliga aplazar la muerte 
un par o dos de décadas.
Porque yo o me muero en paz
con un inventario en limpio 
de gozos y de penas
de méritos y de deudas
o me quedo sentado en la barra
escribiendo un Canto a mí mismo
- como el viejo Walt Whitman-
para meterlo en una botella
y tirarlo desde el delta de tu pubis
al mar que tu mirada refleja  

Porque para pasarme la eternidad 
como el pensador de Rodin, 
que no sabes si se aburre o piensa,
no cierro para siempre 
ni los ojos ni la bragueta,
ni el corazón ni la cabeza.

© Mariano Crespo


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