Vidas
atrás
me recuerdo erudito,
con buena labia,
de pensamiento
mucho más sociable.
Tenía un resorte
en la cabeza
por el que oía una noticia
y opinaba,
elaboraba un diagnóstico,
encontraba el meollo
enunciaba las causas.
Las mentiras,
por esta oreja me entraban
y salían por la de enfrente.
Las verdades tomaban café
conmigo a diario
y los domingos iban a misa
y comulgaban ruedas
de molino recauchutadas.
Ahora,
si oigo una información
no miro a nadie,
no vayan a preguntarme.
No sabría qué decir,
por dónde empezar.
Es tan complejo todo
que para errar mejor es callarse.
Y cuando
-porque leí algo del tema-
tengo algo que apuntar
para aportar al debate
hace ya un siglo
que cambiaron de tema
o acabó aquella guerra,
dio comienzo otra hambruna,
cambió el clima
y se casó un torero.
qué se yo,
con un toro
o alguien con cuernos
de buena camada
y acabó la tertulia.
Vidas atrás
hasta me podías
pedir un consejo.
Hoy solo indico
a los perdidos
cómo llegar a su calle.
me recuerdo erudito,
con buena labia,
de pensamiento
mucho más sociable.
Tenía un resorte
en la cabeza
por el que oía una noticia
y opinaba,
elaboraba un diagnóstico,
encontraba el meollo
enunciaba las causas.
Las mentiras,
por esta oreja me entraban
y salían por la de enfrente.
Las verdades tomaban café
conmigo a diario
y los domingos iban a misa
y comulgaban ruedas
de molino recauchutadas.
Ahora,
si oigo una información
no miro a nadie,
no vayan a preguntarme.
No sabría qué decir,
por dónde empezar.
Es tan complejo todo
que para errar mejor es callarse.
Y cuando
-porque leí algo del tema-
tengo algo que apuntar
para aportar al debate
hace ya un siglo
que cambiaron de tema
o acabó aquella guerra,
dio comienzo otra hambruna,
cambió el clima
y se casó un torero.
qué se yo,
con un toro
o alguien con cuernos
de buena camada
y acabó la tertulia.
Vidas atrás
hasta me podías
pedir un consejo.
Hoy solo indico
a los perdidos
cómo llegar a su calle.
Es
como si todo
estuviera más claro
o más turbio
pero para mí
para mi uso personal
exclusivamente.
En esta vida presente
no convenzo a nadie
me da pereza
utilizar el cerebro
para usos triviales.
Eso sí,
desde que estoy torpe
para el debate
capto los sentimientos
al vuelo y debato
con los pájaros
y con la sombra de tu pelo
cuando se desvanece
el mundo con la tarde.
Enciendo la pipa,
leo mis poetas
y el mundo adquiere
nuestro desorden
amable.
Esas tibias ganas
de besarte las flores
y tararear un bolero
sobre el ser,
el infinito,
la omnipresencia
de tu boca
en la palabra beso,
Sobre la omnipresencia
del amor
entre las noticias de barbarie.
estuviera más claro
o más turbio
pero para mí
para mi uso personal
exclusivamente.
En esta vida presente
no convenzo a nadie
me da pereza
utilizar el cerebro
para usos triviales.
Eso sí,
desde que estoy torpe
para el debate
capto los sentimientos
al vuelo y debato
con los pájaros
y con la sombra de tu pelo
cuando se desvanece
el mundo con la tarde.
Enciendo la pipa,
leo mis poetas
y el mundo adquiere
nuestro desorden
amable.
Esas tibias ganas
de besarte las flores
y tararear un bolero
sobre el ser,
el infinito,
la omnipresencia
de tu boca
en la palabra beso,
Sobre la omnipresencia
del amor
entre las noticias de barbarie.
© Mariano Crespo
© Foto de Héctor Crespo
Pipa sosteniendo al hombre y, más tarde, el deseo de fumar: el humo, perpetrando todas las cosas.
ResponderEliminarUn abrazo, Raul. Gracias por visitarme y dejar tus opiniones. Un abrazo.
Eliminar¿Qué hay en la pipa? ;) Rubén Darío tiene un cuento que se llama “El humo de la pipa”, un texto lleno de alucinaciones en el que construye un mundo gracias a un estado alterado de consciencia. El protagonista (él, seguramente) fuma algo que no sabemos a ciencia cierta qué es (dicen los entendidos que opio), pero que proviene de una pipa. A medida en que va fumando y la sustancia surte efecto, se transporta a una isla en donde irrumpirá en medio de una tertulia de hadas.
ResponderEliminarCuando ellas se enteran de que las está observando deciden castigarlo con no ser amado nunca. Entonces empieza a vagar por el bosque y se da cuenta de que todos los seres de la creación son amados. Todos: el ruiseñor, la tórtola, la flor, el cisne; todos, incluso la piedra. Todos, salvo él. “Y sentía mucho amor, mucho amor, y no podía detenerme a calmar esa sed” escribe. “Y yo gritaba: ¡Tengo sed! Y el mundo era sordo”.
Pero incluso en ese castigo se le ofreció la Esperanza.
Yo fumo el "opio" del pueblo: tabaco. Tabaco monárquico de Dinamarca, Una de mis contradicciones. Un besazo, Victoria.
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