Mi calendario convivía con 1974.
Transcurría el otoño en París
y pude ver a 007
en una calle cercana al Sena
en cuya rivera compré
las láminas que miraron en el salón
mis padres hasta su muerte.
Las compré con el dinero de un judío
para sostener a su ex mujer y su amante.
Un pintor con fortuna pero sin suerte.
En la rive gauche no se desayuna con diamantes.
Aprendí la piedad en París
y estrené mi primer y penúltimo traje.
Volví con Paco Ibáñez
- al que secuestré de los saldos
en los Almacenes Lafayette -
escondido en el equipaje.
No he vuelto a París ni al comedor
de la casa que fue familiar
y 007 tiene otra cara en el cine
aunque sigue trabajando en secreto de agente.
Tengo que preguntar a Paco Ibáñez
si me quiere esconder en su bolsa de viaje.
© Mariano Crespo
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