Para Paloma
En ocasiones me estremezco
como si una mariposa azul cobalto
bailara en mi nuca una polca.
Raudo, me introduzco el periscopio por la boca
y te diviso, desde las vísceras de la ballena,
pensándome, ausente y melancólica,
sobre una chaise longue de Versalles.
Los rácanos jardines te niegan la perfumada brisa de la tarde.
Es la hora precisa en que los relojes de la chimenea
carraspean con placidez y se detienen
ante la indiferencia de los retratos
que nos sonríen pese a que los decapitamos.
Te acerco una copa de agua fresca
y tras beber un sorbo
caes en la cuenta de la impostura de la pócima.
Cierras los ojos porque intuyes
que se prepara la orquesta
que la victoria consiste en rendirse,
colocar el marca-páginas en el libro de Víctor,
y abandonarse a lo que,
a todas las luces del siglo,
semeja una fiesta.
© Mariano Crespo
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