Cuando te asalta una euforia
sin aparente causa
o se te inunda el suelo de agua salada
que semejan lágrimas.
Cuando hay una noche de bodas
en la alcoba,
un velatorio en el comedor
y un bautizo en la terraza.
Cuando las palomas que hubo en Cibeles
vienen a comer en la mano
de un niño que ves tras el cristal
de una habitación sin ventanas.
Y hay gemidos de parto
que se mezclan con carrera de triciclos
y un cónclave de monaguillos
para elegir al más borracho.
sin aparente causa
o se te inunda el suelo de agua salada
que semejan lágrimas.
Cuando hay una noche de bodas
en la alcoba,
un velatorio en el comedor
y un bautizo en la terraza.
Cuando las palomas que hubo en Cibeles
vienen a comer en la mano
de un niño que ves tras el cristal
de una habitación sin ventanas.
Y hay gemidos de parto
que se mezclan con carrera de triciclos
y un cónclave de monaguillos
para elegir al más borracho.
Cuando llevas el cerdito al banco,
sacas tu primer carné,
cuelgas al inocente diploma.
y te detiene el guarda de seguridad
cuando con nueve años
quisiste robar una pelota.
Cuando buscas entre la ropa
el pantalón corto
y el misalín de nácar
entre el alcanfor
y las señoras de papel sobado
con las manchas húmedas
de la soledad del pecado.
Y todas las mujeres difusas
tienen ya tus ojos y tu cara.
La foto de tus padres,
el parto de tus hijos
y el agujero que te aguarda.
Cuando termina de centrifugar el cerebro
te queda una seca y sola idea:
Qué breve fue todo.
Y te tiendes al sol
sujeto con las pinzas de las convicciones
que emana la supervivencia
y colgado de una loca cuerda.
Solo es eterno en tu vida el poso de tristeza,
por eso hay que cuidar los recuerdos,
lavar el corazón y la cabeza.
© Mariano Crespo
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