Hay días en que gustaría
de que mis hijos fueran poetas,
escritores, soñadores.
Transeúntes que pasean por la belleza
con una maleta de palabras.
Hay años completos
en los que, por el contrario,
desearía que llevaran una vida plácida.
Ese sosiego que guarda la rutina
en la calma laboral del horario.
No tengo alicientes para empujarles.
Tal vez, una razón diminuta
pero incuestionable.
Si escribes, las desdichas,
terminarán por ser tu bagaje,
tu fortuna, el material del arte.
El dolor de los poetas es material reciclable.
© Mariano Crespo
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