Las
cajas de zapatos
se
convierten en cajas fuertes
del
corazón,
en almacén de nuestra fragilidad,
en almacén de nuestra fragilidad,
cuando
nos los calzamos.
Cada
vez que estreno un par
abro la
caja y me acuerdo
de los
gusanos de seda
y los
cromos,
de las
magdalenas
y los
huevos
que
mandaban del pueblo
y el
pájaro recién nacido
que
robamos a la lluvia
perdido
en el suelo.
De las
cartas de amor,
los
condones,
las
canicas,
la
peonza,
y los
primeros fetiches
femeninos
robados.
Además
de los carnets
caducados
la
colección de etiquetas
y
envoltorios de tabaco
y las
fotos
cuando
los retratos
en
blanco y negro,
como
las tumbas,
llevaban
por detrás la fecha
y por
delante
adivinabas
el epitafio.
Nos
tendrían que enterrar
con la
cajita en que sepultamos el candor
y con
nuestras cajas de calzado
para no resucitar indocumentados.
Esas cajas cobijan nuestro rincón más íntimo,
tal vez por eso ponemos los zapatos a los Reyes Magos.
para no resucitar indocumentados.
Esas cajas cobijan nuestro rincón más íntimo,
tal vez por eso ponemos los zapatos a los Reyes Magos.
©
Mariano Crespo
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