Ella se revolvió irritada
ante la pausa tropical de su conversación:
No tengo tiempo para tus elucubraciones
-dijo como un manojo de lagartijas excitadas-
¿serías capaz de decir algo en dos palabras?
Te amo.
- susurró él como el que se abona a un telegrama-
Hubo un silencio para caramelizar azúcar.
A ella le empezaron a brillar los ojos como fósforos.
Con una pausa inusual divorció a los botones de los ojales.
A él le pareció entender unas palabras húmedas de una lengua que le invadía la oreja:
Cuando no te pierdes en rodeos hablas como los ángeles.
© Mariano Crespo Martínez
......de cuantas pausas están hechos los momentos más llenos de nuestra vida.......bello!
ResponderEliminarDos palabras.
ResponderEliminarBellísimo, Mariano.
Gracias.