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domingo, 10 de junio de 2012

Un corazón por motor






Hay quien me difama difundiendo la especie
de que siempre fui peatón.

Es un burdo invento.

En mis origenes fui sobre ruedas.
Fui usuario de un Jané que conducía con orgullo mi madre.
Más adelante tuve triciclo.
Un vehículo de iniciación al fracaso,
de cuestas abajo.
No le cogía el gusto a los pedales.
Hubo una etapa mermelada de fresa
en la que coleccioné coches que tenían novia al volante.
Aun hoy me avergüenzo de haberme enamorado de coches
y mantenido la relación por las prestaciones (del chófer).

Lo que es cierto es que conduzco y me conduzco
de un modo irregular.

Que he aparcado mi vida en estacionamientos prohibitivos
y tengo abarrotado de multas el buzón del olvido.

He antepuesto la comodidad a la velocidad.

Nunca he tenido seguro,
impensable a todo riesgo
ni tan siquiera a siniestros de terceros.

Que no haya gustado de la conducción es debido a esa estúpida prohibición de conducir por la izquierda.

Las normas de tráfico por la carretera de esta vida y mi manera de caminar no se dirigen la palabra desde inmemoriales tiempos.

Cuando me hablan de circulación se me abren las venas.

 Tengo un corazón por motor que cuando me la jugaba nunca me ha dejado tirado.
 


 © Mariano Crespo Martínez



                                

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