En el periodismo resulta rutinario
de la palabra elección,
el uso socorrido
de apuesta.
Esa manía persecutoria
de liebres que padecen los galgos
por alcanzar una meta.
Emboscados por tal emboscada
pasamos la cinta métrica
al tamaño que importa:
el éxito.
Y la fama, su profeta.
Todo lo que nos llevó a la derrota
por efímera que esta sea
es un error a no repetir
y ciego el que no lo vea.
Pero me aplico el maleficio
de la duda
y apostato de la diosa fortuna
como la religión consuelo
del todos a una.
Mi patrimonio se escribe en yerro.
Llamé aciertos a lo que, tal vez, fueron deserciones.
Lo que asumí como errores
pudieron ser elecciones fuera de tiempo
semillas que planté confundiendo estaciones.
El mutable azar, las circunstancias,
no nos eximen del ejercicio de la libertad,
de respirar nuestro propio aire
y, cuando vienen mal dadas,
esperar a otro reparto más favorable
sin renuncia de los valores
y sin cambiar de nombre, de novia, de calle.
© Mariano Crespo Martínez
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