En un entreacto,
cuando me hallo absorto en una dicha sin marco,
me sorprendo pintando el deseo de su origen
sobre un lienzo en blanco.
Esa necesidad de inventar una flor
recreándome en una fragancia.
Me parezco a aquel que ponía la oreja en el mar
para dar sentido a la inútil belleza
de las caracolas de su infancia.
No tiene más lógica esta fiesta,
a la que nadie nos ha invitado,
que investigar lo preguntado una vez hallada la respuesta.
Los entreactos, a estas alturas de la función,
nos parecen dulcemente hermosos
pero, en concreto, son más largos.
© Mariano Crespo Martínez
No hay comentarios:
Publicar un comentario