Como de casi nada de lo que afirmo
me avala prueba alguna,
solo sé probar lo que callo.
Pero digo, constato,
que si una mujer
-una cualquiera como la que ahora estás olvidando-
guarda en su corazón tu retrato,
será estéril el esfuerzo pueril
de posar en tu mejor pose
-de frente y de perfil-
porque ella tendrá como canon
lo que tiene escondido
-sistoleando, diastoleando-
bajo su pecho,
custodiado con la clave
de la fecha del nacimiento de su madre.
Y remedando
ese hábito instintivo
que fluye desde Eva
hasta el árbol y el nido
pasando por Simone de Beauvoir,
emboscada por una serpiente,
un culebrón y mucho olvido
hasta el corredor de la muerte.
Y añado
que si lo que retrata su mirada
de tu rostro ajado por el tedio
y en ausencia de coartada
no coincide con el testimonio gráfico
en rojo, negro y blanco,
del Génesis, la costilla y el barro
que custodia entre la tregua de sus senos,
no tienes currículo ni pasado.
Quizás un futuro trágico.
Cuando el corazón ya no riega
la huella digital que allí dejaste te ha delatado.
Algunos llaman Apocalipsis a ese omega.
© Mariano Crespo Martínez
No hay comentarios:
Publicar un comentario