Cada vez que tus ojos me dan la luz larga
y me deslumbran y me ciegan.
Cada vez que para pensarte de frente
me brotan ojos sobre las cejas.
Cada vez que el jinete grita
y vierte hasta sus seis letras.
Cada vez que un cuerpo se agita
y se extenúa y se derrama.
A espaldas de tu último pensamiento
se despide la noche cansada
cada vez que amanece el despertador muerto
y nada se atreve a sonar nada.
© Mariano Crespo Martínez
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