La madrugada en la que el general
Máximo Garamendi Buendía
tuvo constancia de que su vida era mínima
- apenas siete líneas fruto del insomnio
de un madrileño a 34 grados-
puso su arma de reglamento sobre la sien
y descubrió el hielo.
Mis daños de soledad se liquidaron,
como mis sueños, en un “todo a cien”.
En ocasiones entiendo a los dioses.
Fabricar desdichados alivia el tedio.
© Mariano Crespo
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