No me encuentro más ridículo que cuando hago
correcciones porque nunca supe
que es lo correcto. Vida se escribe con v pero la de mucha gente que amo, la mía misma, se ha construido tantas veces con b y hasta no nos han dejado ejercerla que el acierto ortográfico es una mentira narrativa.
Lo correcto sería publicar un libro en blanco pero ni soy tan puro
ni sé mentir tanto.
No tener corazón
es regocijarse
cuando a un niño
le explota el
globo.... No tener corazón es creer que quien no trabaja irremediablemente es vago.
No tener corazón es vomitar una respuesta para todos los conflictos: No es mi problema.
No tener corazón es mirar al lado inverso de las lágrimas, de las angustias ajenas.
No tener corazón es estudiar como afecta a la bolsa una declaración de guerra.
No tener corazón es convertir en alegría privatizada la nacionalización de la pena.
No tener corazón es que te corra lodo por las pútridas venas.
Pero padece una grave contraindicación; el más cruel y mortal de los infartos del que no se apiada ni el que lo padece, es el de sin cardio -carencia de corazón-.
Cuando en el mundo existían libreros,
reparadoras de medias con su bombilla tan
cinematográfica, cuando los
zapateros cuando los ebanistas y las chamarilerías y el pipero que vendía tabaco suelto conocía tu nombre y la salud de la abuela. Cuando no había yonquis pero si practicantes y el pulgar servía para viajar gratis en coches con generosidad de arcén
En ese tiempo remoto los departamentos de información informaban, los de asistencia técnica y social asistían, los de reclamación, escuchaban y ofrecían
disculpas.
Ahora todo eso se han convertido en frontones para que la pelota no golpee a los jefes y te vuelva a ti la cara.
Ahora no te roba un carterista llamado Mauricio sino una agrupación de alias llamada mercado que tiene muchos caras pero carece de rostro.
Hubo un tiempo que llamabas por teléfonos y hablabas con mujeres amables de carne y hueso que podrían llamarse Maribel y no con componentes con el nombre en una etiqueta.
Hasta en la dictadura, en los tiempos del maestro
armero, había un mínimo resquicio para vivir, hablar y
hacer las reclamaciones. Aunque sea estéril creo en el derecho al pataleo.
La cúspide de esta pirámide es la estupidez que conduce a la destrucción pero perfectamente estructurada.
Cuando joven, mi profesora de
literatura hispánica,
doña Elena,
me enseñóque la seducción
era un arte que se ejercía pausado y que la lentitud y
el sosiego eran sus aliados.
Por las noches de los sábados,
a la inmensidad chicas por las que me sentía atraído,
a las que propondría matrimonio
con tal de conocer el sabor de sus labios, -y no digamos su orografía
y la existencia real de las palabras
que buscaba en el diccionario- huían precipitadamente con los que tenían moto.
Si amo a Cortázar, García Márquez, Borges, Onetti Vargas LLosa, Donoso y tantos maestros se lo debo a los reiterados suspensos en el ritmo
de la seducción.
Los peatones somos de natural gafotas e ilustradosy con una historia sentimental que no precisa apuntes.
Estaba en una
recepción con gente que vestía como
tipos de clase alta
los que cuando no llevan corbata llevan raqueta aunque luego
descubrí que se desnudaban desclasadamente.
Se servían canapés minimalistas con nombres como del magín de un de pintor
abstracto o bautizados por un poeta ebrio.
El que me parecía que sabía a chorizo se llamaba inversiones de riesgoA mi me gusto especialmente el de queso al que bauticé como "Ubres y cuernos".
La gente comenzó a comentar sus gustos entre los que predominaban las colecciones. Yo, como el aristícrata de Berlanga, dijo un
banquero me regocijo en una de pelos de pubis con el nombre de la propietaria. Las más eran sofisticadas: figuritas de jade, primeras ediciones de clásicos, edelweis de variadas nieves, muebles de época, pintores cuya sola firma es un plan de pensiones, originales de poetas, elefantes de oro y diamantes.
De repente todos se volvieron hacia míporque los camareros no opinan.
Tuve un momento de duda estúpida como cuando me da por decir la verdad,
así por las buenassin atenerme a las consecuencias.
Mentí: Colecciono fracasos.
Mi respuesta tuvo éxito porque la burguesía decadente tiene un sentido del dolor perfumado de ingenio.
Hasta hace poco se batían en duelo
por un adjetivo fuera de contexto.
Gracias a esa salida frívola conocí esa noche como se desnuda una dama
cuando ama en las cuadrasy el desconcierto cuando huelen Chanel las yeguas.
Me desperté y supe que jamás podría asistir a ese tipo de recepciones.
Cómo explicar que solo he coleccionado billetes de autobús con número capicúa.
Cómo explicar que Molotov es el único cocktail que conozco.
Cómo explicar que de safari solo he ido al zoológico
y que a los polvos
mejor que por la nariz
los busco morada en el coño.
A mi edad es sumamente difícil hacerse un perfil
respetable
sobre todo cuando se tiene más empatía por el servicio
que por estos intelectuales de Jorge Javier Vázquez.
Cuando era niño soñé con un momento como este. Ahora sueño con ser aquel niño que lo soñaba.
Las ciudades nunca son como las postales
pero los pequeñas quimeras palían la pesadilla.
Resido en la perpleja dicha de un perdedor cuando gana.
Ha merecido la pena llegar a poeta
para saber que todo rima con naday en cada profecía malvive un profeta.
Voy a poner en los diarios un anuncio para alquilar el alma de algún prójimo o al menos una habitación con vistas a otra perspectiva del mundo a nuevas nieves y nubes, niebla y sol, otros trino de otras aves y a otra blasfemia u oración.
Tengo miedo a un patio de butacas imaginario que bostece y abandone el salón sin poner siquiera el marcapáginas. sin doblar la esquinita de arribe en donde concluyó.
Este desasosiego de haber dicho todo y nada. Este pánico a la repetición.
Busco vida alternativa intercambio vida interior, abstenerse monjas y carniceros, no importa raza ni religión.
Sexo, cualquiera que no sea de ángel,
soñador de profesión.
Este desasosiego de haber dicho nada y todo esté pánico, este vértigo, a no conmover al lector
Resulta prudente preguntar a las personas por su
necesidad.
Es mentecato donar
lo que nunca se va a usar. Regalar bañadores en una playa
nudista. Lanzar flotadores a quien se pretende ahogar. Obligar a aprender oraciones al blasfemo. Poner el freno a un planeta que vive de girar. A aquellos con vocación febril de esclavo no enseñes a escribir o sueñen con la palabra LIBERTAD.
El despotismo, necio, religioso o ilustrado es una querida que ni te quiso, ni te quiere, ni te va a amar.
Él era cirujano y
llegó al atardecer a casa.
Ella abandonaba el
domicilio con una maleta roja, un vestido negro y una mirada
gris.
No era cirujana pero iba a extirpar un órgano.
Adiós, doctor.
No te llamo por tu nombre porque la confianza ya te la perdí hace años.
La puerta se cerró como se clausura una época
o cae un telón sin público ni teatro.
El se derrumbó sobre el sillón.
Miró el reloj con suma atención y dirigiéndose a nadie
susurró con voz teñida de desolación:
Hacen falta zapatos mentirosos para que los pies no huelan a verdad.
La sinceridad en el relato de los pasos es tediosa como las aventuras de un no nacido . Hay mujeres que sacaron bandera blanca antes de declararme la guerra por no haberme dejado follar.
Fuii amigo de un mafioso porque decía que era el único que se atrevía a decir lo que pensaba sin dejar de masticar.
Todo hombre oculta una mujer que oculta un secreto.
Las mujeres cuando lloran suelen haber tenido un gran motivo para reír o lo que es peor para soñar.
No debería hablar de cosas que no entiendo pero de vez en vez me da por decir de mí.
Un día voy a llorar en privado para general conocimiento y murmuración.
No triunfé en el amor porque nunca se gana en lo que tiene final.
De joven creía que venía de un mundo raro. Ya mayor me enfrente a la realidad.
25 años habían
pasado.
Cinco lustros.
Más de 8 trienios
25 almanaques y 275 uvas de fin de año. Las manos acariciaban el custodiado ajuar. 25 años con tres partos, dos abortos y cuatro perros enterrados a la vera del corral. Aquel cortejo por la ventana ese temblor de la primera noche, la mirada en el techo y el desgarro en el vientre y ese primer año que en las casas vacías el viento de media tarde te hace llorar. Por qué le llamarán bodas de plata.
¿A que no te acuerdas de que día es hoy?
El día que se murió la tija Justa. Quince años haces. Como nevaba, la ostia. Casi ni la podemos enterrar.
Nada es gratuito ni el tibio sol del
otoño ni la terquedad del
moscardón seduciendo a las cortinas
como un acróbata fanfarrón.
Todo tiene un precio, las aburridas farolas de la noche, la despreocupación de las aceras el miedo a que el silencio te desvele
las pisadas en la escalera
la nota que nadie te mete por debajo de la puerta
el retrato que se da la vuelta
las trampas del solitario
el inquilino de la nevera la lata privada de mermelada de albaricoque que un día fue tan dulce y ahora es tan huraña.
No necesito precisar a estas alturas que el precio impagable es el gratuito.
Qué decirles de mi
tío Celestino que por cierta no
le pudiera molestar.
En el pueblo fue la
oposición de dios. Nadie creía en él. Todos los niños le buscábamos.
Paisanos jurarían que no dijo una sola verdad en su
vida.
Yo prometo que nunca he visto unas mulas tan felices como con las que iba a trabajar.
Al caer la tarde me dejaba llevarlas a abrevar al pilón.
El mismo
en el que, como con jefe de los solteros,
ponía a remojar
a los incautos forasteros
que no pagaran la patente
por llevarse una mujer del lugar.
Me hice mayor en una procesión de San Roque
en que los hombres llevaban por oración
si mi tío había catado hembra
o estaba a cala y cata como un melón.
No he dormido tan feliz como en el camastro de la cuadra cuando alguna vez le convencí.
Ha pasado el tiempo y creo que la lección que, sin pretenderlo, me legó en herencia mi tío es la convicción de que la gente estudiamos para no ser feliz.