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domingo, 8 de septiembre de 2013

El efecto de los besos en el cambio climático




No me llamó la curiosidad
al conocimiento aséptico 
de los meteorólogos. 

Nadie me enseñó a leer las nubes,
y me dejé seducir por los charcos.

Las huellas que deja la lluvia 
cuando con nuestros asuntos 
se infecta por contacto. 

Distingo sin ayuda de satélites
en la barra nocturna de un sábado 
cual de todos los borrachos 
es el abandonado. 

Detecto sin isobaras 
porque párpados pasó la tormenta
y que corazones maltrató el rayo. 

Mirando a los labios 
presumo con un margen de error 
de uno o dos desengaños
en que humedales 
está ya seco el barro. 

Solo necesito los mapas para perderme en tus brazos. 

Del deshielo en el casquete polar
hablamos  en privado.

Los pingüinos hacemos de la elegancia un alegato.
 



© Mariano Crespo






                    
        

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