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viernes, 20 de septiembre de 2013

Cirujano




Hay oficios que propician reacciones mecánicas.

Él era cirujano y llegó al atardecer a casa.
Ella abandonaba el domicilio con una maleta roja,
un vestido negro y una mirada gris.
No era cirujana pero iba a extirpar un órgano.


Adiós, doctor.
No te llamo por tu nombre porque la confianza

ya te la perdí hace años.

La puerta se cerró como se clausura una época
o cae un telón sin público ni teatro.
 

El se derrumbó sobre el sillón.
Miró el reloj con suma atención

y dirigiéndose a nadie
susurró con voz teñida de desolación:


Hora de la muerte, 19,38. 

© Mariano Crespo



                        

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