a Ani Moreno, que ama polas, ama
Al punto que el campo de amapolas
cerraba los ojos,
la niña se despertaba.
Turbada de rojo, enrojecida,
ardiente y encarnada,
flor en carne herida.
Y en el ojo, chispitas de vida,
lumbre en la húmeda mirada.
© Mariano Crespo Martínez
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