No son los que piensan como yo.
Ni familiares.
Ni vecinos.
Ni compatriotas.
Ni altos, ni bajos,
ni tontos ni vivos,
ni machos
ni con eterno femenino.
¿Quiénes son los míos?
Aquellos que conocen mi retrato y no la caricatura.
Los que saben lo que me la trae floja
y lo que me la pone dura.
Los que me escuchan y no hablan de oído.
Los que además de darme
cera me sujetan la vela
y beben en el vaso donde yo he bebido.
Son singulares, escasos, diminutamente gigantes.
Los que me convierten el grito en murmullo.
Tan insolentemente leales.
Tan traidores como fieles.
Los que, en el amparo de su corazón, soy suyo.
Los que distinguen a mi esqueleto de mi pelele.
Los que podrían daño dolerme
porque se atrevieron a mirar donde duele.
© Mariano Crespo Martínez
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