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domingo, 5 de mayo de 2013
Inmortalidad vacua
Conocí a un corazón con piernas
que albergaba el deseo
de que una placa le inmortalizara
en un retrete de damas.
Supe de un escritor
que tenía concluida su necrológica
para evitar las torpes
necedades de un exégeta de guardia.
A uno le pueden llamar pánfilo
pero que no le manipulen
ni a los hijos ni a la obra.
Estériles esfuerzos en un país
en donde es costumbre
el guardar memoria
de los genios por una anécdota.
Con excesiva frecuencia,
ajena.
De borrón
y cuenta nueva.
© Mariano Crespo Martínez
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