Y tropezar dos veces con el mismo pie,
no necesariamente en la misma piedra.
Y embestir al trapo
como si te fuera la vida
en el engaño.
Aunque el corazón este tan ajado
de tanto estremiciento
año tras año,
no tienes más defensas,
eres más vulnerable
como lo son al viento
las hojas más secas.
Quién amarra las velas,
no solo no navega.
es un cero a la deriva,
un alma sin tatuajes,
un cadáver sin edifintificar de sí mismo
en la morgue del hastío.
Uno de esos tipos que por gafes
no son bien recibidos en los puertos.
© Mariano Crespo Martínez
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