No existe una teoría
que sostenga que un corazón seco
macerado en absenta
colocado en una botella
en forma de papel con letras
y lanzado al arbitrio de la marea
al ser recogido
por naufragos de los cuatro puntos cardinales
abrigue, acompañe, sane e hiera.
Más tendrá que construirse
para entender a Alfonso Brezmes.
O convencernos de una vez
que lo del corazón seco
era una impostura de pirata enamorado,
que los naufragios lo eran en piscinas,
que la botella era nuestra ebriedad
y el mar era la pintura
de un niño que estrenó
el lapiz azul
y fundó sus primeras olas.
Y que nosotros no eramos nosotros
porque la emoción nos transforma
en el niño que pintó el mar
y acaba de aprender
a juntar letras
a descifrar palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario