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sábado, 4 de febrero de 2012
Inventario de sueños y fracasos
Cuando niño quería ser grande.
En la adolescencia, pasar desapercibido.
Al llegar a la juventud aposté por llegar a seductor,
ser un tipo admirado, brillante.
Me sorprendió la madurez huyendo de la estabilidad
y queriendo una vida estable.
Ahora quiero ser bueno
y, a ser posible, sabio.
Esas personas que conforman
con lo que tienen
y alcanzan a conocer a qué han venido
y por qué conviene marcharse.
Y, sobre todo, perdonarme
por haber deseado
lo que no correspondía darme.
Las hadas son limitadas,
los duendes informales,
y los dioses más proclives
cumplieron bien su labor
cuando, a pesar de mil naufragios,
miro el mar sin miedo.
Eso, creánme, es un éxito.
Pero para que enteiendan mi tristeza
les confesaré que he fracasado
en mis tres grandes deseos.
Nunca llegué a ser mi padre, ni Gulliver, ni bombero.
MARIANO CRESPO.
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